Home ULTIMÁTUM El fanatismo y el efecto que causa un “enano” y mal llamado “autista”

El fanatismo y el efecto que causa un “enano” y mal llamado “autista”

Por: tactica

Por: Omar Magaña

El mundo está de cabeza, el 2020 será recordado para muchos como el peor que han vivido en sus vidas, hay caos, pandemia, explosiones por aquí y por allá, miles de muertes, vientos de guerras mundiales… y luego está la salida de Lionel Messi del Barcelona, lo peor que le puede pasar al equipo español.

Este último en lo deportivo por el momento es el tema que nos atañe en esta columna de opinión.

Resulta ser que apenas se dijo este martes 25 de agosto que Messi anunciaba su salida del club catalán tras 16 años de vestir la camisa blaugrana y las redes sociales y prensa mundial se volcaron a difundir la noticia y el tema se convirtió en trending en cada rincón del planeta, en noticieros, programas deportivos, es más hasta hubo el crossover de deportes que aprovechando la ocasión los Community Managers hicieron sus memes y hasta anunciaban a Messi como refuerzo para sus equipos, dígase para beisbol como hasta para el básquetbol de la NBA.

El tiempo apremia y los que son seguidores culés no tardaron en manifestarse en las instalaciones del club, en el internet, ¡por todos lados!

Barcelona no estaba listo para un momento como este, en el que el delantero ha decidido marcharse, menos los aficionados que se acostumbraron a que la “Pulga” les resolviera partidos, les diera campeonatos y noches mágicas de Champions League con goles de otro nivel.

Hoy el caso de su salida se está tornando ríspido, hasta los tribunales van a parar, pues el Barcelona no quiere dejarle irse gratis sin recibir un euro, toda vez que una cláusula de su último contrato así se lo permite casi casi.

De cualquier manera, el Manchester City, club en el que se ha dicho que Messi quiere jugar, ya prepara una oferta de 200 millones de euros, además de una tercia de jugadores a ceder. A un jugadorazo como Lionel y en la oportunidad que representa su contratación no se escatima el dinero en la relación costo-beneficio.

El grado del fanatismo ha sido tal que ya circulan en las redes sociales videos de aficionados que piden que no se vaya, se muestran llorando, reclamando, maldiciendo e implorando a quien hasta este momento es considerado el mejor jugador del orbe —¡TRANQUILOS FANÁTICOS DE CRISTIANO RONALDO O CUALQUIER OTRO JUGADOR!, solo es una opinión globalizada para el tema, ¡quietos, quietos! —

Ese es el efecto que ha causado el argentino, aquel que los detractores llaman, enano, pecho frío, y hasta lo han llegado a llamar “autista”, pero que en ese 1.70 de estatura hay el poder y la magia suficiente para hacer de sus presentaciones una verdadera obra de arte en cada partido.

El ciclo inevitablemente se ha acabado. La marca “Messi” mueve una millonada, la Premier League será, por lo que se ve, la que salga ganando mientras la española sufre la fuga de grandes estrellas, la última el CR7.

No queda de otra, ya ni llorar es bueno, ni hacer desmanes, la decisión de un personaje que ha dejado un legado invaluable a las generaciones de estos tiempos en la historia del deporte, debe ser considerada con gratitud, como un paso más al derecho de vida y elección personal, no es obligación tener que acabar su carrera ahí. Total, así otras grandes estrellas del deporte se han marchado de los equipos que los formaron y a los cuales hicieron unas franquicias populares, ya sabemos que el tiempo cura las heridas… de algunos, otros quedan resentidos.

Anexaremos a esta columna un texto encontrado en Facebook sobre una breve historia de este fenómeno del balompié:

“La primera foto de Messi en Barcelona fue en la habitación 546 del Hotel Plaza. Se la tomó Jorge, su padre. Era el 13 de septiembre de 2000, hace 20 años.

Leo era menudito, inofensivo y muy tímido. Acababan de llegar de su primer entreno. Era tan temeroso a socializar con los demás chicos que prefirió cambiarse en otro camerino, solo, escogiendo la privacidad.

Juan Mateos, del Barcelona, le decía a Jorge: “Es muy chiquito”. “Míralo una vez, solo una”, le suplicó. Cuando la pulguita empezó los malabares, Mateos se paró de la grada y entró a la cancha. Lo quería ver más de cerca.

Padre e hijo regresaron a su cuarto, y Leo calmaba la ansiedad dándole toques a la pared con una pelota. No se quedaba quieto.

Para terminar de convencer a las directivas, Fabián Soldini, uno de sus representantes en esa época, tuvo la idea de comprar un kilo de naranjas y pelotas de tenis para venderlo como el “nuevo Maradona”. Le entregó los costales, le dio una semana para practicar y sacó un video. Con la naranja hizo 113 toques (de ventiuna) y con la de tenis, 140. Ese mismo día le dieron una de ping pong y logró 29 golpes.

Creían que había sido una gran prueba y que habían sorprendido, pero nunca tuvieron el ok del Barcelona. Se terminaron regresando a Argentina. Pasaron más de dos meses y nada, silencio, ni una noticia. Pensaban llevarlo al Milán si no era el Barcelona, hasta que recibieron una llamada del representante Horacio Gaggioli.

Había logrado una firma de Carles Rexach, el secretario técnico del club, en una servilleta en el Club de Tennis Pompeia; ese garabato en la fina tela finiquitó la contratación de la pulga.

El niño, Leo, no estaba muy feliz con la noticia. Cuentan que de Rosario a Buenos Aires (50 minutos de vuelo), Messi lloró sin parar. Sabía que no iba a volver más, que las cosas no iban a ser igual, que su vida iba a cambiar.

Lo que no sabía ese crack introvertido de 13 años era que generación tras generación se hablaría de su legado, inspiraría nenes que nacieron en este y los que nacerán en el próximo siglo, y sería el jugador más grande de la historia de Barcelona. Y si Leo pudiera echar para atrás el tiempo, seguramente cambiaría pocas cosas”.

Saludos y gracias por tu lectura.

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